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Indivisible

Indagar en las múltiples aristas de la realidad forma parte de la labor de la fotografía. En muchas ocasiones esto se realiza a partir de la documentación fidedigna de acontecimientos importantes para la vida histórica de la sociedad, en otras actuando como un hábil instrumento creador de imágenes de fines prácticos e incluso mundanos. Sin embargo, en ocasiones, el autor pretende ir más allá de éstas y otras vertientes para, en cambio, explorar las propias capacidades de construcción de un discurso visual que decididamente arroje nuevas luces a una de las tantas e infinitas facetas de lo cotidiano.

La exposición Indivisible es la respuesta del fotógrafo Francisco Soto a esta necesidad de creación e investigación. La muestra está compuesta por 16 fotografías divididas en dos series tituladas aire y agua respectivamente. En ellas el autor desea mostrar un discurso que no solo se acople a los valores estéticos propios de la danza sino que los trascienda al utilizar escenarios poco comunes como marco sobre el cual se proyectan las manifestaciones corporales de los integrantes del Crew Desobedience Unit, troupe de baile dedicada al break dance desde hace ya varios años.

En aire, el ambiente urbano es testigo de un performance que parece desafiar las leyes de la física por medio de una ejecución lúdica, armónica y energética que desafía el instante mismo en el que fue inmovilizada la acción.

Pero es sobre todo, en agua, donde el fotógrafo logra crear una ralentización fluida de la acción al sumergir a los participantes en este elemento. Ésto le permite poner en evidencia las secuencias físicas que conforman el carácter sin igual del break dance, manifestación artística presente en la mayoría de las urbes contemporáneas. Las imágenes de esta serie son una prueba fehaciente de la disciplina de los integrantes de la compañía pero también constituyen una forma original y sugestiva de mirar y comprender todo aquello que le es propio a esta singular forma de danza.

En el centro de todos estos instantes se encuentra el joven pero experimentado ojo de Francisco Soto. Su buen oficio no solo queda patente en estas dinámicas composiciones fotográficas de gran sintonía con la temática elegida sino que además se expresa sin esfuerzo en el adecuado y completo manejo de la luz con el cual el autor nos obsequia, en todas estas imágenes, matices de colores elegantes y de muy cuidada estética.

Finalmente, es necesario hacer notar que esta labor impoluta del fotógrafo avanza en paralelo con la fuerza y energía de la interpretación individual y grupal logrando así que las fotografías capturen, con temple y delicadeza, los distintos movimientos acrobáticos de los bailarines. Esto nos obliga a ir más allá de la simple contemplación visual pues nos permite entender la gracia que persiste, que inunda, el arte de la danza. Que, es, nos parece, al igual que la fotografía, indivisible unión de tiempo, alma y forma.

Javier Rosas Herrera. Julio de 2013